miércoles, 27 de agosto de 2014

Delirio postboliche

-¡En comida me tuve que gastar todo!

Mi amigo apenas podía creer lo poco que le estaba rindiendo la plata. Y claro... llegaba el fin de mes, todos empezamos a caer en la misma.

-¡No me puedo comprar nada, loco! ¡¡Ayudemé Cristina, no me deje en pelotas!! -vociferaba en medio de la calle a las 5 de la mañana-

Y yo, mientras tanto, caminando a su lado y viéndolo cómo se indignaba (llorando de risa, claro). Pero la plata no era el único problema... Cuando un amigo está triste por algo, se nota. Y más aún cuando está totalmente escabiado, lo que provoca que se sincere todavía mas.

-¡Pero loco, hay sentimientos acá! ¡Tengo un corazón! -seguía vociferando en medio de la calle mientras trataba de hacerle entender, entre risas, que aquella mujer no valía la pena- 
-¡¡Insensible!! ¡Qué buen amigo que sos! ¡¿No ves que hay un corazón acá?! -seguía gritando mientras se tocaba el pecho con las manos, mientras me dolía la panza de tanto reírme-

-¡Y si, boludo! ¿Qué querés, que te mienta? -le respondo mientras trato de aguantar la risa- ¡Si soy tu amigo claro que te voy a decir la verdad! ¡Esa mina no quiere saber nada con vos, es así!

-¡¡¡Pero tengo sentimientos!!! ¡Mirá, mirá! -se vuelve a tocar el pecho- ¡¿No ves que tengo un corazón?! ¡No soy un mármol, a mí esta mina me re enamoró!

Las 25 cuadras que nos caminamos esa madrugada parecían un ida y vuelta de palabras que no llegaban a ningún lado, pero afortunadamente las risas no faltaron. Ambos acabábamos de pasar por momentos que nos bajonearon, pero evidentemente él lo sufrió mucho más...

-Yo a esa mina no la voy a olvidar nunca... Es perfecta para que sea mi novia... -dijo finalmente, frustrado por su reciente mala experiencia con ella-


(Av. Rivadavia, junto con Av. Directorio, los escenarios donde
los gritos de la madrugada se vuelven incontenibles)


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